La Superliga Orange renueva después de pasar por el taller con el split de primavera este pasado jueves 23 de Enero. Nuevo logo, nuevas caras y nuevos rosters nos acompañarán durante 18 jornadas en formato BO1 (“Best of One”) en la Grieta del Invocador. A estas alturas no hace falta mencionar el crecimiento exponencial de los deportes electrónicos y, en especial, League of Legends, cuyos números no paran de ir en aumento en todas las ligas (LVP, LEC, LCS, LPL…).
Como siempre, estrenar equipo y compañeros bajo el paraguas de una competición de este cariz implica enfrentarse a retos y desafíos, más allá de los propios encuentros entre clubes cada semana. Hacer las maletas y mudarse a una Gaming House, adaptarse a la convivencia, vivir bajo normas o estar expuesto públicamente con frecuencia son sólo algunas piezas del amplio equipaje que jugadores y técnicos deben cargar con delicadeza para un correcto funcionamiento social y, sobre todo, profesional.
En este primer punto de encuentro, la responsabilidad del entrenador radica en pasar por un primer periodo de evaluación técnico-táctico para establecer la línea base de los jugadores tras el “parón” competitivo, de forma que podamos saber, de la manera más objetiva posible, el estado de forma del/los jugador/es. A partir de aquí, el siguiente punto supone crear un calendario de entrenamiento que permita volver a la rutina y las mecánicas que tiempo atrás tuvo el equipo o, en el caso de rosters completamente nuevos, encontrar la sinergia entre los estilos de juego de cada uno.
Por su parte, el Psicólogo Deportivo puede valerse de distintas herramientas para optimizar todo este proceso, como puede ser la formación al entrenador en aspectos comunicativos o de establecimiento de objetivos, o la modificación de conducta para establecer actitudes deseables. En este caso, me gustaría poner el foco de atención en las relaciones interpersonales que se establecen dentro del equipo y la calidad de estas, entendidas como la frecuencia de interacción, la dirección o el contenido de las mismas, dentro y fuera del ámbito competitivo. Muy posiblemente nos venga a la cabeza el término “cohesión”, muy utilizado en Psicología Deportiva para establecer el grado de compromiso o identidad que existe dentro de un equipo.
Pues bien, el objetivo de estas líneas es arrojar algo de luz sobre la importancia que tiene mantener a un equipo unido bajo un mismo estandarte y tenaz hacia sus metas, con relaciones interpersonales sanas fuera y dentro del terreno de juego, de forma que algún “pinchazo” durante el largo camino no suponga una “derrota mental” definitiva, y que los vínculos que se hagan dentro del equipo acaben por dejar un buen sabor de boca.
Con esta premisa, el tema central será el “Team Building”, y explicaré qué es, cómo ponerlo en marcha y qué consecuencias puede generar. Este “Team Building” (en adelante TB), es un “método para ayudar al grupo a aumentar la eficacia, satisfacer las necesidades de sus miembros y aumentar las condiciones de trabajo, y se utiliza como un facilitador del trabajo de equipo, tanto para propósitos de tarea como sociales” (Carron y Hausenblas, 1998). En las dos últimas décadas, han sido varios los investigadores que han mostrado interés por esta temática, pero quiero destacar el trabajo de Carron y Spink (1993), quienes desarrollan un modelo en base a la implementación de un programa de TB, consistente en “inputs”, “throughputs” y “outputs”.
La cohesión del grupo es considerado como el resultado (“output”) de: a) la distinción, enmarcado dentro del contexto grupal y las normas y roles, enmarcado dentro de la estructura del grupo (“inputs”); y b) la comunicación, interacción y sacrificios que darían forma a los procesos grupales (“throughputs”) producto de dichos “inputs”. En consecuencia, obtendríamos un grupo cohesionado, traducido como un grupo con una estabilidad mejorada, con mejor aceptación de los roles y normas, con menos ansiedad, mejor auto-estima, con una alta disposición al cambio y una responsabilidad compartida sobre los resultados. En una escala más específica nos encontramos con menor abandono y menos absentismo (Carron et al., 1988; Spink & Carron, 1992).
En términos prácticos, los equipos deportivos ya cuentan con muchas de estas características (nombre del club, equipación, colores, etc.), por lo que el trabajo del experto en comportamiento debe basarse en fomentar todos estos aspectos y reforzarlos en el grupo, además de promover actividades diferentes a los entrenamientos y competiciones, como puede ser un escape-room, una cena o un paseo por la ciudad.
Para finalizar, hay que destacar que existen herramientas de evaluación para comprobar el grado de cohesión existente en el grupo, como el “Group Environment Questionnaire” (GEQ), cuyos ítems ya nos dan pistas sobre cómo es un equipo unido.