¡Mierda! ¡Al palo!

Cuántas veces nos habremos llevado las manos a la cabeza por “fallar” un gol, un tiro libre, una diana o esa bola traviesa de billar que se resiste a entrar. Y es que el deporte tiene una característica muy clara: la competición.Cuántas veces nos habremos llevado las manos a la cabeza por “fallar” un gol, un tiro libre, una diana o esa bola traviesa de billar que se resiste a entrar. Y es que el deporte tiene una característica muy clara: la competición. Por su propia estructura se exige que haya un ganador y un perdedor en función de las puntuaciones que el propio deporte estipula como victoria/derrota. Y no sólo eso, los aficionados esperarán de ti y tu equipo un buen rendimiento que acabe satisfaciéndolos.

Pero eso no ha acabado ahí. Tras  el fallo es posible que se haya imprimido en tu cerebro un pensamiento negativo, como un “el entrenador me va a sentar”, “llevo ya 2 seguidas” o “podría haber ganado si no hubiera fallado”. Esta última forma de pensar se denomina pensamiento contrafactual. A continuación dejo un link donde podéis conocer más acerca del fenómeno.

Lágrimas de plata, https://laperspectivalazaro.wordpress.com/2017/09/18/lagrimas-de-plata/

Pero espera, ¿acaso te has preguntado qué es fallar? ¿O todo se reduce a encajar un gol, un tiro libre, acertar en el rojo de la diana o meter la bola rayada azul? El deporte es mucho más complejo que eso. Y aquí vamos a hablar de ello.

Lo siguiente nos puede servir de ejemplo. ¿Has jugado alguna vez a fútbol y, para determinar quién se ponía de portero, había que darle al larguero o lo más cerca de éste posible? En este caso, darle al palo suponía el reto y, tanto acertar como estar lo más cerca posible era igual que evitar colocarte en la posición de guardameta al comienzo del partido. Por tanto, aquí fallar es completamente lo contrario, puesto que el objetivo principal es el de acertar en el larguero, no colar el balón en la portería.

Justamente aquí es donde reside el error del ojo más principiante: los objetivos. Ahí están, ocultos desde la grada o el sofá, e incluso para el deportista en su etapa menos madura. En Psicología Deportiva trabajamos para optimizar el rendimiento de los atletas, y éste puede tener varias caras. En nuestra profesión nos valemos de diferentes técnicas y herramientas para la meta que perseguimos y, si metemos la mano en la mochila, encontramos la técnica del establecimiento de objetivos.

En general, para aplicar con eficacia esta técnica, hay que tener en consideración tres aspectos fundamentales. Por un lado, existen 2 tipos de objetivos: los objetivos de resultadoy los objetivos de rendimiento. Por otro lado, y estrechamente vinculado al primero, nos encontramos con el grado de control sobre las metas que nos proponemos, las cuales pueden depender completamente de nosotros o, por el contrario, verse influidas por la intervención de otro individuo. Por último, resulta imprescindible la temporalización de éstos, es decir, que los objetivos pueden establecerse a corto, medio y largo plazo. La eficacia de la técnica se optimiza cuando los objetivos que se proponen en el calendario son de rendimiento, con dependencia exclusiva del deportista y a corto plazo.

Gracias a esta herramienta, el deportista puede desvincularse ligeramente (aunque con resultados espectaculares) a la presión que exige la competición y, en definitiva, a que toda su actuación dependa del resultado final del partido. Con ello el atleta puede insertarse en una dinámica “infinita” hacia la mejora de su rendimiento, además de eliminar cualquier duda y clarificar su función en determinado momento, lo que elimina confusiones durante el juego y no genera una auto-eficacia completamente dependiente de la conclusión de la competición. Es importante que sea el mismo deportista quien delimite qué objetivos desea mejorar, lo cual resulta en una mayor implicación para alcanzarlos. No obstante, no hay que olvidar que la figura del entrenador es esencial para guiar el proceso y ofrecer feedback para comprobar si se han cumplido o no las metas.

Éstas son algunas consideraciones básicas en el momento de crear un plan personalizado para optimizar el rendimiento. En el siguiente enlace se detalla con más claridad cómo ponerla en práctica bajo las siglas S.M.A.R.T., las cuales hacen referencia a qué aspectos debe cumplir todo establecimiento de objetivos.

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