Los modestos siguen de copas

Ha terminado el fin de semana que el fútbol español tenía reservado para la Copa del Rey. Está tan reciente que podemos saborear aun las tandas de penaltis que eliminan a históricos o las prórrogas emocionantes que ponen en un compromiso a los presupuestos más importantes del país, que ya no tienen la ventaja de jugar en su estadio un partido de vuelta si la cosa se pone fea en casa del pequeño.

La Copa siempre ha sido bonita, pero así lo es más. Los equipos ya no son vistos como esos pobres diablos a los que le toca la lotería de hacer taquillazo e ir de turismo a la gran ciudad, como si fueran protagonistas de una película de Cine de Barrio, con boina y palillo entre los dientes. Ahora es a partido único, en el estadio del de categoría inferior y con ambientes que pondrían la piel de gallina a la sangre más fría. Era el momento de los humildes y no lo iban a desaprovechar. Siguen vivos más equipos de categoría de bronce que de plata y los de Tercera han llevado al límite a muchos de Primera (que se lo pregunten al Cacereño y a Mendilibar o al Real Jaén).

La preparación de estos partidos tiene que hacerse desde todos los puntos y muchos se echan las manos a la cabeza cuando recuerdan al Alcorcón atropellando al Real Madrid o al Mirandés llegando a semifinales, escribiendo una historia de ciencia ficción mientras eliminaba a rivales de Primera División como churros. Cuando un equipo de categoría inferior afronta este tipo de partidos es importante ajustar su carga psicológica en función de las circunstancias. Es muy probable que el exceso de responsabilidad deje al equipo con un estado de ansiedad muy elevado, algo que no le va a permitir competir a buen nivel un partido de estas características. ¿Qué debemos hacer como psicólogos deportivos ante este tipo de situaciones? Efectivamente, disminuir ese estado de ansiedad bajando la carga psicológica en los entrenamientos, por ejemplo, mediante trabajo más distendido los días previos al encuentro, ampliando los espacios del terreno de juego o dejando más tiempo para la correcta toma de decisiones de los futbolistas.

Debemos tener en cuenta que necesitamos encontrar un equilibrio para acercarnos al rendimiento adecuado. Si tenemos una situación muy poco estresante, no nos mantendrá concentrados en la tarea concreta, perdiendo opciones de obtener éxito. En el caso contrario, si percibimos la situación como muy estresante o amenazante, sentiremos bloqueo. Por esto, cogiendo el caso del equipo de Primera División, olvidado en los anteriores párrafos, sería beneficioso aumentar la carga psicológica y empezar a ver el partido frente al equipo inferior como una situación amenazante, que hay que afrontar con la activación idónea. Para este caso, nos podría servir complicar situaciones específicas en los entrenamientos, como reducir espacios, dejar menos tiempo para tomar decisiones o condicionar partidos y hacer jugar a los futbolistas con inferioridad numérica.

Como psicólogos nos toca preparar a los deportistas para estos partidos adaptando su estado a la competición y encontrando su nivel óptimo de activación. Como amantes del deporte nos rendimos ante la capacidad que tienen los futbolistas de sobreponerse a situaciones tan adversas mediante el trabajo psicológico y lograr sacarle los colores a los equipos de categoría superior, que tienen el placer de remangarse en estadios como el Eusebio Arce de Escobedo o en Las Pistas del Unionistas de Salamanca, mientras otros disputan otra copa de nombre superlativo en otro continente, rodeados de lujos.

Una vez más se ha puesto de manifiesto que si se trabaja, se igualan las fuerzas y que cuando el Toledo eliminaba al Madrid, o la Gramanet y el Novelda hacían lo propio con el Barça, entraban en juego otros factores que no se ven, que son potentes y facilitan que los sueños de los pequeños se hagan realidad, creando cuentos que rubrican historias en ciudades sencillas y pueblos modestos, cuyos habitantes a partir de hoy ya pueden contar a sus nietos que un día su Badalona eliminó a aquel Getafe europeo.

Pablo Ruiz

Psicólogo con especialización en Actividad Física y Deporte. Por suerte, he podido juntar mi pasión por los deportes con la psicología, implementando esta faceta en el día a día tanto de deportistas como de su red de apoyo. Creer para poder crecer.

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