A medida que avanzan las diferentes olas y campañas de vacunación de una pandemia que ha supuesto un mazazo a todos los niveles, y a la que aún no hemos vencido, empezamos también a vislumbrar, poco a poco, el inicio de su final. Así mismo, sin casi darnos cuenta, se aproxima también el final de una temporada atípica y que recordaremos. No obstante, se van recuperando paulatinamente costumbres que nos recuerdan cómo era el deporte antes del COVID, como la celebración de torneos, la rutina en los clubes, la pretemporada que vendrá en unos meses, los previsibles campus veraniegos, así como la progresiva recuperación de un cierto aforo en las gradas.
Este artículo, de hecho, tiene una mención especial hacia aquellas personas que han desempeñado un papel invisible y alejado en muchos casos de su lugar habitual en la grada presenciando entrenamientos y partidos de competición, es decir, las familias.
Si bien no cabe duda de sus ganas de volver a este espacio, también es cierto que la situación sanitaria que estamos viviendo nos abre una ventana de oportunidad para mejorar ciertos comportamientos y que esa vuelta a la grada no suponga un paso atrás en la formación deportiva y disfrute de los jugadores/as. Por ello, se aportarán una serie de ejemplos y perfiles que constituyen focos de estrés, así como una serie de estrategias que nos orienten a ser esa figura ejemplar y de apoyo que impulse a los jugadores/as a desarrollarse de la mejor manera posible en todos los contextos.
La presión, estrés y miedo a fallar que pueden experimentar los jóvenes desde la grada con la presencia de sus familias puede deberse a múltiples causas, tanto internas del propio jugador/a como externas a éste, por lo que, en este caso, es deber de las familias, comprender en primer lugar el impacto que pueden llegar a generar en estos por ejercer un rol equivocado. Algunos de estos roles equivocados por parte de los familiares pueden ser el Familiar /Entrenador / Representante / Crítico / Hooligan, los cuales resultan notorios y relativamente fáciles de identificar en el día a día de cualquier equipo o club y que, a su vez, contaminan y representan un impacto negativo para el jugador/a al generarles una presión y expectativas innecesarias que no benefician su pleno desarrollo. Por mucho que se puedan presuponer sus buenas intenciones a la hora de actuar así. Así mismo, existen otros perfiles de familias que adoptan un rol poco beneficioso sin ser tan visibles y evidentes como los anteriores como pueda ser un Familiar – Indiferente que no se involucra en el proceso formativo del deportista desde el hogar ni atiende a sus intereses, algo muy necesario para que el jugador/a perciba apoyo desde el núcleo familiar y una coordinación y unidad entre los diferentes contextos en los que se desarrolla a diario.
Planteado esto, queda cuestionarse cuál es el lugar que debe ocupar la familia desde la grada. En primer lugar, es importante no juzgarles y valorarles por los resultados que obtienen ni su rendimiento incluso, ya que es tarea del entrenador/a, sino por su disfrute y sensaciones. Así mismo, deben mantener el control y estabilidad para transmitir equilibrio y apoyo. De igual modo, Atender a sus intereses y dedicarles tiempo para impulsarles a mejorar día a día. Finalmente, saber darles un feedback adecuado al plantear opiniones sobre su desempeño y relativizar los errores para que los trabajen durante el entrenamiento sin que supongan un foco de inseguridad a futuro.
En el proceso formativo todos jugamos un papel importante y, en este caso, las familias sois indispensables para su desarrollo sea pleno en todos los sentidos. Os esperamos con los brazos abiertos.
*Este artículo ha sido publicado íntegramente en la revista de la FFCM.