El tenis. Qué sencillo parece. Una raqueta, una pelota, y pasarla por encima de la red. Una realidad que se derrumba cada vez que me toca a mí ponerlo en práctica. Muchos amigos me suelen comentar que les parece el deporte más duro psicológicamente, y puede que tengan razón: concentración constante, errores continuos, responsabilidad única… Más allá de la comparación con otras disciplinas, es obvio que se trata de un contexto en el que la Psicología Deportiva tiene mucho que decir, y esta edición de Wimbledon no ha sido una excepción.
Novak Djokovic se alzó con su cuarto trofeo en la pista central londinense, volviendo a rendir a su máximo nivel tras un período de inactividad muy largo, un ejemplo para cualquier deportista que atraviese un período de lesión o paro deportivo. Además, el tenista serbio nos dejó alguna imagen para el recuerdo, como la paliza que le dio a su propio pie tras un error restando a Rafa Nadal , consecuencia de la frustración por no conseguir su objetivo. Lo primero que pensé tras presenciar esta escena es que “Nole” se iría del partido, y así fue durante los dos siguientes puntos. Sin embargo, volvió a demostrarnos por qué es uno de los mejores, recuperando la concentración, la activación óptima y su plan de partido, para terminar derrotando al genial tenista balear en el último set.
Este enfrentamiento nos dejó mucho más, como el parón a mitad de partido debido a las normas inglesas de no jugar más allá de las 23:00. ¿Se imaginan cómo tuvo que ser esa noche para los dos? La activación mental haría muy difícil su descanso, imprescindible para recuperar las piernas, de ahí la importancia de conocer técnicas de relajación adecuadas a esta situación. En ese momento, y aquí también entran los miembros del cuerpo técnico, se antoja vital hacer un correcto análisis del propio rendimiento, con el fin de proporcionar información útil al deportista, alejada de emociones o sesgos cognitivos que perjudiquen el establecimiento de objetivos del día siguiente. El nivel de tenis que ambos mostraron tras la reanudación nos vuelve a demostrar que los mejores tenistas también son los mejores mentalmente, y no es cuestión de suerte, si no de entrenamiento.
Este mes de julio en Londres también hemos asistido al retorno tras su embarazo de Serena Williams, flagrante finalista en el cuadro de mujeres. Su derrota ante la alemana Kerber no debería enturbiar la magnitud de lo conseguido, pues es un ejemplo para muchas deportistas de élite que quieren ser madres y continuar con su carrera. Una adecuada preparación psicológica durante el período de inactividad, basada en el control del estrés y la ansiedad, el entrenamiento en visualización o el establecimiento de objetivos hará más probable alcanzar el mismo o incluso superior rendimiento al que se tenía antes de parar.
Por último, y no menos importante, me gustaría hacer una pequeña mención a todos esos tenistas que acudían a Wimbledon con la vitola de hacer un buen papel y por el contrario han tenido actuaciones decepcionantes, como el croata Cilic o nuestra Garbiñe Muguruza. Lidiar con unas altas expectativas es complejo, y requiere de un entrenamiento mental exhaustivo que no debe descuidarse. En definitiva, Wimbledon y tenis, mucho más que pasar la pelota por encima de la red.