La NBA aprieta y a veces ahoga

Al ritmo que comienza la mejor liga de baloncesto del planeta, continúan saliendo noticias de historias personales de las estrellas deportivas que allí exhiben sus cualidades, casi siempre haciendo referencia al estado de salud mental de los jugadores. Es algo que vende, que llama la atención y que sorprende, ya que está implantado el pensamiento generalizado de que “si eres rico, no puedes tener problemas”. Que el dinero no da la felicidad (o sí) es un tema que trataremos en otro momento y en otro contexto. En estos casos, casi siempre sus necesidades y quebraderos vienen marcados por unas exigencias y expectativas quizá desmesuradas, autoimpuestas o motivadas por el contrato sobre el que se acaba de poner rúbrica.

Tanta fama, dinero y responsabilidad, al final es un desencadenante irremediable de problemas de estabilidad mental. Los baloncestistas más contrastados cargan sobre su espalda una mochila de exigencia mediática que se traslada a la faceta personal y profesional. De ahí el caso de Kevin Love, por ejemplo, cuya llegada a Cleveland fue tratada como la de la estrella que fue en Minnesota, completando un “big three” excepcional e ilusionante con Kyrie Irving y el gigante LeBron James, esperando de él el juego interior anotador que Tristan Thompson no podía aportar y la muñeca caliente desde el perímetro que le convirtió en All Star con los Timberwolves. Ocurrió lo que puede ocurrir, las aspiraciones de su anterior franquicia eran más discretas y por ello la ausencia de tal presión y exposición a los focos provocó que Love fuera el excepcional jugador que es. No así en su debut en los Cavs, donde decepcionó en su inicio ante las expectativas forjadas.

«Era 5 de noviembre, dos meses y tres días después de cumplir los 29 años. Jugábamos en casa contra los Hawks en el décimo partido de la temporada y una tormenta de cosas estaba a punto de estallar. Estaba estresado por los problemas que había tenido con mi familia, no estaba durmiendo y el mal comienzo de temporada después de las expectativas me estaba pasando factura», confesó el americano Love en una publicación del diario “El Mundo”, confirmando que el exceso de responsabilidad estaba pudiendo con él, consolidándose, seguramente, en todo esto que le sucedió. Además, explicó que «ni siquiera sabía si eran reales. Pero era real, como una mano rota o un esguince en el tobillo. Desde ese día, casi todo sobre mi forma de pensar relacionada con mi salud mental ha cambiado», dejando clara en esas declaraciones la importancia del entrenamiento psicológico, cuya ausencia puede mermar el rendimiento de un deportista tanto como una lesión o problema físico.

 

Para casos como el de Kevin Love o DeMar DeRozan (otro de los grandes que han admitido sentir el poder de la exigencia como una losa para su rendimiento), cobra importancia valorar una serie de situaciones sobre las que hay que ejercer un plan y un control específico:

  • Tener la entereza de compartirlo, ya que la primera medida para solucionar un problema de este tipo es identificar que lo tienes y a partir de ahí, buscar las medidas o los profesionales adecuados para interceptar las consecuencias.
  • Tras ello, mirar con perspectiva lo que ocurre, incidir en lo que funcionaba antes y encontrar la manera de volver a hacer que funcione, potenciando el recuerdo de eficacia de anteriores situaciones de juego.
  • Ser consciente de tus habilidades, apoyarte en ellas y así recuperar la confianza perdida mediante lo que mejor se te da, amparado en mensajes positivos como “soy un gran triplista” o “este rebote es mío”.
  • Saber manejar el estrés de la manera correcta, mediante técnicas concretas que sirvan para centrar al jugador en la tarea y abstraerse de los problemas externos que puedan afectar al rendimiento.
  • El aumento de confianza en tus posibilidades provocará que además de afianzar tus mejores destrezas, te atrevas a ampliar otros espectros, pero siempre desde la seguridad de estar recuperando sensaciones y jugando a gran nivel.
  • La exigencia y las expectativas (al menos las propias) hay que reajustarlas para poder ampliarlas en el momento que el propio jugador decida, no cuando firme un contrato con un equipo de aspiraciones superiores. De esta manera habría que establecer unos objetivos realistas, que a la vez supongan un reto lo suficientemente potente como para propiciar un aumento de la autoestima del deportista después de su consecución

La realidad de Love es que poco a poco, a raíz de aceptar su problema de somatización y de bajo rendimiento y poniéndose en manos del profesional indicado, logró volver a mostrar su mejor versión, conquistando el anillo en las mágicas finales de 2016, en las que el conjunto de Ohio fue el primero de la historia en remontar un 3-1 adverso en unas “NBA Finals”.

 

Como Kevin Love, otros muchos baloncestistas de la liga americana por antonomasia, han afirmado tener necesidades psicológicas por cubrir, que afectan inevitablemente a su rendimiento tanto en la cancha como fuera de ella. La delgada línea entre el trastorno clínico y la evaluación psicológica deportiva, nos deja la cuestión de qué rama de la Psicología debe afrontar este tipo de casos, pero lo que no deja atisbo de duda es que la Psicología en la vertiente que sea conveniente debe entrar de lleno en este tipo de competiciones tan exigentes. Por el bien del espectáculo, que como dijo Freddie Mercury, debe continuar, y por el bien de la salud de unos deportistas que no debemos olvidar que ante todo, son personas. La NBA ha empezado ya, sentémonos, trasnochemos y disfrutemos otra temporada más de una de las ligas más competitivas de todo el panorama deportivo.

Pablo Ruiz

Psicólogo con especialización en Actividad Física y Deporte. Por suerte, he podido juntar mi pasión por los deportes con la psicología, implementando esta faceta en el día a día tanto de deportistas como de su red de apoyo. Creer para poder crecer.

Ver más artículos
otros artículos

También te puede interesar