Seguramente una de las preguntas que más me hago como Psicóloga Deportiva sea ¿qué debe tener un buen entrenador? Discusiones de horas, días y semanas nos ocupan en torno a esta pregunta en TYM cuando debemos planificar una temporada o un curso de formación. Hablamos de ciencia y mucho de experiencias. En este momento, nuestro compañero más canoso siempre acaba con un “cómo han cambiado las cosas desde que yo daba unas patadas al balón por Albacete”.
Y sí, por suerte, aunque mi abuelo me mire compungido, las cosas han cambiado. Los entrenadores y entrenadoras ya no son los papás y mamás que más tiempo tenían los sábados por la mañana, y ya no aprenden de esos modelos que gritaban y humillaban ante cualquier error. Ahora la formación es la única vía de acceso a los banquillos y el interés por generar conocimiento y habilidades la fórmula del éxito.
Entonces, ¿qué tiene que tener hacer un buen entrenador? ¿Liderazgo?, ¿toma de decisiones?, ¿comunicación?, ¿conocimiento del juego?, ¿gestión emocional?, ¿autocontrol?, ¿o un largo etcétera? Seguramente hayáis llegado a la misma conclusión: deben tener todas y cada una de ellas. Pero la única verdad es que un gran entrenador debe sacar el máximo rendimiento de cada uno de sus deportistas y una de las herramientas más potentes es la comunicación. Lo que dice un entrenador a su equipo influye en cada una de las variables antes mencionadas y marca la diferencia, siempre lo hace.
Ya os hemos hablado en otras ocasiones, de la mano de nuestro experto Rafa Mateos, de cómo convencer al equipo a través de la comunicación y la persuasión, pero aquí me quiero centrar en hacia dónde debe ir dirigida esa comunicación.
Todos estamos de acuerdo en que un entrenador debe lograr que su equipo lleve a cabo durante los partidos el modelo de juego o planteamiento ensayado en entrenamientos. Esto al fin y al cabo no es más que un conjunto de comportamientos que el equipo debe ejecutar en la situación y el momento adecuado. Por lo tanto, el objetivo final de cada entrenamiento y ejercicio debe ser automatizar conductas. Entonces, ¿por qué no centramos nuestra comunicación en comportamientos concretos? Suena fácil, ¿o no tanto?
En muchas ocasiones, nos cuesta como entrenadores distinguir entre conducta y resultado, y aquí puede estar la clave. Diferenciar entre elegir la mejor opción de pase o que este llegue a su destinatario, intentar regatear en mi propia área o que este salga bien, tirar cuando no tengo ningún contrario cerca o que se dirija a portería. Gritar, aplaudir, dar instrucciones o coger de la pechera a un jugador; siempre y cuando se dirija a la conducta tendrá una función. Procesos de reforzamiento por encima de castigos para mejorar el aprendizaje, pero siempre sobre comportamientos. “Muy bien” por un desmarque y no por un gol, un grito cuando la basculación sea mala y no cuando nos superen, “Qué grande” ante una carrera desde área contraria a propia para defender un pase atrás y no solo cuando se salve el gol. Siempre comportamientos. Lograr a través de la comunicación que los jugadores siempre estén centrados en lo que deben hacer, sin distracciones ni resultados, solo ejecutar lo entrenado, simplemente conducta.
Y, ¿por dónde empezar?
- Diseña un plan de partido. Una lista de todos los comportamientos que quieres que los jugadores realicen en ese partido.
- Concentra tu comunicación en vestuario en transmitir estos comportamientos.
- Dirige todas tus indicaciones, reforzamientos y castigos hacia conductas sin importar el resultado de esa acción.
¡Concentra tu comunicación en comportamientos concretos y ayuda a que tu equipo focalice en la tarea y mejore su rendimiento!

Psicóloga de la Actividad Física y el Deporte. Entrenadora y exjugadora, unida al deporte desde antes de nacer, entreno para buscar el mejor rendimiento en cada deportista.
Comment