Con la selección en la cabeza

El fútbol de selecciones es un momento único que se suele señalar en rojo en el calendario. Para los futbolistas y los entrenadores se trata de una parte de la temporada diferente, especialmente motivadora, que sirve como termómetro para calibrar el nivel propio y que, a la vez, sirve como escaparate. Se trata de formar parte de un selecta colección de deportistas que han llegado hasta ahí por el excelente rendimiento diario. Eso, más allá de suponer un reto mayúsculo, crea una atmósfera distinta a la conocida en la que habrá que desenvolverse y que conviene analizar. No es lo mismo jugar con tu equipo de siempre, o entrenarlo, que acudir a la llamada de un
colectivo donde los compañeros a veces son extraños, cuando no duros e irreconciliables rivales, donde muchas veces los objetivos no son ni parecidos y donde la cohesión es más un deseo que una realidad.
Muchos de vosotros habréis sido reclutados en alguna ocasión para una selección. Para un jugador la ansiada
convocatoria entraña menos quebraderos que para un entrenador. Pensar por uno no es pensar por veinte.
A fin de cuentas, el futbolista ‘simplemente’ tiene la misión de replicar lo que hace en su club dentro de una
constelación de estrellas regionales. Sus pensamientos se centran en su rendimiento individual, sus sentimientos se vuelcan en compartir con su entorno unas emociones incomparables y su comportamiento, se dirige a afinar su puesta a punto, en evitar lesiones y en demostrar que no se han equivocado con la decisión. La obsesión es dar lo mejor de uno mismo. La vida del entrenador, que es quien debe confeccionar este tipo de listas, se ajetrea bastante
más que la de sus pupilos. Reunir a 18 jugadores o jugadoras de cada rincón de la comunidad y dotar a esa amalgama de talento de un estilo de juego, y de un engranaje que funcione como un equipo, es una misión bastante complicada. Teniendo en cuenta además que lo suceda fuera del terreno de juego tiene una incidencia directa en lo que suceda dentro. Hay técnicos que lo fían todo al destino. Este es mi librillo y que se adapten los demás a él. Algunos otros consideran que su estrategia habitual, de la que tiran cuando dirigen a un club, funcionará en cualquier vestuario. Y otros, más analíticos, directamente piden ayuda. Cohesionar a un equipo es una tarea que lleva su tiempo. Y si ya es de por sí complicado lograrlo a lo largo de un año, desde la pretemporada, imaginen lo que eso supone intentar conseguirlo con sólo unas cuantas concentraciones. La figura del psicólogo deportivo, pese a no garantizar la infalibilidad, ayuda a acortar los plazos y a que la plantilla de una selección esté suficientemente
conjuntada para encarar un Campeonato de España con garantías. La obsesión (y responsabilidad) del seleccionador, a diferencia de la del futbolista, es sacar lo mejor de cada uno para que el bloque funcione con precisión.
¿Que cómo se hace eso? Pues más allá de extrapolar las mil y una dinámicas que existen para llevar a cabo en una concentración, se trata de echar mano de aquellas herramientas que la ciencia ha ido validando. Aquí podríamos incluir una tesina más que un artículo. Lo más adecuado, y no menos importante, es que al menos tengamos claro qué no se debe hacer. No es mal punto de partida para arrancar. No se trata de poner el primer vídeo motivacional que se nos ocurra ni realizar una tarea extradeportiva (¿scape room?) así porque así ni, mucho menos, aburrir con una charla en el vestuario de esas tan manidas en las que se dice justo todo esto sin explicar cómo ponerlo en práctica.
El trabajo de cohesión requiere de una evaluación previa importante, de un análisis de cada uno de los convocados, de una planificación exhaustiva con el cuerpo técnico, de un conocimiento pleno de los objetivos marcados y de una ejecución detallada y progresiva de las estrategias a utilizar en las que se pueda aprovechar cada uno de los momentos de una concentración, atendiendo a la lista general de prioridades y haciendo partícipes a todos. Sin agobiar a los futbolistas ni estresarles. Bastante tensión produce ya de por sí la competición. Cada paso debe estar consensuado con el staff técnico con el objetivo de tejer unas relaciones en el vestuario que se puedan extrapolar al verde. La cohesión no es únicamente reírnos en el vestuario o llevarnos bien con los compañeros, es un proceso complejo que incluye algunas variables psicológicas como la identidad, las normas o los roles. Ahora la pandemia ha variados los planes para los próximos campeonatos nacionales de febrero y junio. Y hasta abril seguramente no se pueda competir a nivel de selecciones. Y donde sólo parece que hay nubarrones, se abre una magnifica ventana llena de luz: es un buen momento para que tú, futbolista o entrenador, interiorices que el equipo con el que sueñas tener mañana se empieza a conjuntar hoy.

*PD. El libro «Por si acaso», escrito por Alfredo Matilla, habla de algunas de estas experiencias, siempre
desde la perspectiva del aprendizaje para los futbolistas de quien un día fue futbolista de equipo y
selección.

 

*Este artículo ha sido publicado íntegramente en la revista de la FFCM.

Alfredo Matilla

Máster en Psicología de la Actividad Física y el Deporte. Periodista en AS antes de tener canas. Disfruto del deporte escribiendo sobre actualidad, y ahora también optimizando el rendimiento de deportistas.

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