Los meses de verano siempre fueron fascinantes para cualquier amante del fútbol. Mundiales, europeos, copa América y eventos varios nos mantienen a diario pegados al televisor. Consultando cada mañana junto al café periódicos y redes sociales, ensimismados con el movimiento del mercado, esperando el nuevo fichaje del verano.
Un país que empezaba junio vibrando con el Mundial Femenino y lo terminaba alzándose con el Europeo sub 21 masculino, expectantes ahora con los europeos sub-19 masculino y femenino, no deja pasar desapercibido el nivel de sus jóvenes talentos. Y los clubes tampoco.
Jugadoras como Laia Alexandri o Rosa Márquez, ya asentadas en la Liga Iberdrola, hacen honor a su talento y madurez en cada partido. Otros, como Marc Roca o Dani Olmo despiertan el interés, tras su gran campeonato, de grandes clubes como Bayern o Atlético de Madrid.
Un mercado ya acostumbrado a fichajes estrella con tan solo 19 años como João Félix, llena la mochila de cada futbolista de expectativas y posibles factores estresantes. Algunos de ellos ya asentados en competiciones de alto nivel y, otros no tanto, deben enfrentarse a situaciones novedosas, plagadas de estímulos y exigencias y, por supuesto, resolverlas con éxito.
Nueve años atrás no era todo tan diferente. Un 29 de agosto de 2010 el Hércules vuelve a la máxima categoría tras trece años. En el José Rico Pérez no cabe un alma más, con 30.000 aficionados y un resultado en contra en el debut ante el Athletic Club, corría el minuto 60 cuando la perla de la cantera, Kiko Femenía, debutaba en Primera División con tan solo 19 años. La afición, llena de expectativas, aplaude y alardea el cambio realizado, esperando un derroche de talento por parte del jugador. Pero no fue así. Kiko no logró realizar con éxito las primeras acciones, seguramente con errores que jamás había cometido y claro, como él mismo dijo, “siendo un chaval que nunca había vivido esta situación, pues no sabía cómo afrontarla”. “Piernas bloqueadas” y “sin fuerzas” eran sus únicas sensaciones y pronto empezó a faltar el aire. Con la ayuda de sus compañeros, Kiko logró entrar en el partido y dejar huella de su gran talento, ganándose la ovación del público.
Muchos son los casos que nos encontramos a lo largo de la historia. Jugadores y jugadoras jóvenes, y no tanto, que se encuentran destacando, sonando en televisiones y radios, halagados en redes sociales y cargando su espalda de presiones por parte de prensa, aficionados, familia, etc. Algunos de ellos, como Bojan o Andre Gomes ya nos sorprendieron con la magnitud de sus problemas sufridos tras soportar el gran peso que supone ser un futbolista de élite.
Pero, ¿por qué unos lo resuelven con éxito y otros se quedan en el camino? Muchos de ellos han desarrollado de manera espontánea en su aprendizaje previo estrategias para enfrentar estas situaciones, otros han tenido la suerte de entrenarlo con un Psicólogo Deportivo y, los más desafortunados se encuentran en esa nube sin ningún tipo de herramienta.
Los dos primeros grupos, aquellos que por una cuestión u otra son capaces de resolver con éxito una situación como la que vivía Kiko Femenía tienen un factor en común, la exposición. En algún momento de su vida (seguramente en varias ocasiones) se han tenido que enfrentar a situaciones similares, de manera provocada por el entrenador o Psicólogo, o de forma espontánea, y han desarrollado estrategias para afrontarla.
Pues bien, imaginemos a una jugadora de categoría infantil, en su primer torneo de alto nivel. Televisiones, radios, banderas y ni un hueco en la grada. Salvando las diferencias, una situación “similar” a la vivida por Kiko Femenía. Cosquilleo en el estómago, sudoración e incluso taquicardia. Pitido inicial y sus primeras acciones son desacertadas. Pérdidas, errores en toma de decisiones y esa taquicardia se incrementa. Según avanzan los minutos, el partido pega un giro. Aciertos, pases de gol y grandes detalles de su talento asombran a todos los presentes. Esta jugadora ha desarrollado “sobre la marcha” estrategias para afrontar una situación novedosa y estresante, y ya las tiene en su “caja” para emplearlas en el futuro.
Pero, ¿realmente tenemos que esperar a que cada uno de nuestros jugadores y jugadoras caigan sobre un estadio lleno y logren resolverlas “por arte de magia”? ¿Vamos a dejar al azar su control para realizar con éxito ese tiro, solo delante del portero, que nos dará el ascenso? ¿Esperaremos sentados a que llegue un penalti decisivo para que desarrollen las estrategias en ese momento tan importante?
Día tras día entrenamos habilidades técnicas, tácticas y físicas, y, las psicológicas no pueden ser menos. Como con cualquier destreza, toda persona tiene una capacidad y un potencial, y, en cuanto a la gestión de situaciones estresantes ocurre lo mismo. Desde edades tempranas debemos trabajar exponiendo a los futbolistas a situaciones cerca de su capacidad y dentro de su potencial. Logrando así, con una adaptación a largo plazo, que su competencia aumente y sea capaz de desarrollar estrategias y resolver situaciones con mayor dificultad. Por ejemplo, exponer a un jugador durante el entrenamiento al estrés que supone que un error provoque unas consecuencias negativas notables o a la posibilidad de fallar ante un público numeroso.
Como cualquier futbolista, yo viví algo no muy diferente. Quince años y una titularidad en Segunda División, ante un Villareal, que solo por su equipación ya impresionaba. Hoy, como Psicóloga Deportiva y entrenadora, lucho porque mis deportistas conozcan las herramientas antes de tener que descubrirlas “por arte de magia” en situaciones que superen sus recursos.
Entrenamiento psicológico para poder disfrutar de lo que tanto amamos, el fútbol.